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Tres fuentes con tres chorritos

● Polo Fuertes ►Domingo, 11 de noviembre de 2012 a las 9:30 Comentarios desactivados


Los bañezanos, hay que decirlo, somos muy dados a la hidrología de atrezo y telón de fondo para nuestra Plaza Mayor. Por eso, me extrañó un montón que fuéramos muy pocos los que protestamos cuando el Ayuntamiento nos quitó la fuente que determinaba el punto central de la mencionada plaza. Qué se le va a hacer, los munícipes mandan aunque no se sabe muy bien si saben lo que mandan; y más, si el mandato viene determinado por un antiguo proyecto de un gabinete de arquitectura de la capital de la provincia, que el Colegio de Arquitectos de dicha capital premió por su originalidad.

Los tres técnicos leoneses de la regla y el cartabón no sabían que los bañezanos somos un tanto hidrológicos en cuanto adornos, atrezos y monumentalidad (creo que no sabían ni donde estaba La Bañeza). Y el Colegio de Arquitectos, menos. Por eso, cuando empezaron las críticas más llamativas, sobre todo en las coplas carnavaleras de aquel año, el Ayuntamiento no le quedó más remedio que comprar unas jardineras de de metro cúbico (poco más o menos, que tampoco las he medido) y colocar unos árboles ornamentales y dos pequeñas encinas que sirven de escolta a la entrada principal de la parroquia de Santa María. Después de haber arrancado, sin futuro ni continuidad unos hermosos árboles de nuestro patrimonio (la encina figura en nuestro escudo) que murieron de pena a la vera del cementerio.

A la vez, con la misma impertinencia de un acero cortén de los tiestos antes citados, que parece hierro ferruñoso, y que embadurnan de óxido cada vez que llueve, se colocaron, muy a posteriori, tres fuentecillas que unas veces echaban agua y otras no, para que los bañezanos nos acordemos (memento homo) que La Bañeza tiene tres ríos (qué cachondo eres, señor alcalde). Qué curioso. Menos mal que no pusieron tres vasitos de chupito que hubieran hecho el mismo recuerdo. Pa mearse y no echar gota.

Por eso, cuando ayer estuve leyendo la crónica de nuestro director en este periódico sobre la retirada de las tres fuentecillas oxidadas, se me vino a la cabeza una película que vimos hace más de cincuenta años los de mi generación, titulada Bienvenido Mister Marshall, de Luís García Berlanga. Una obra maestra en la que el alcalde (Pepe Isbert) del pueblo en cuestión, Villar del Río, contrató a un granuja (Manolo Morán), a manera de animador sociocultural y toda su banda, para que cuando llegaran los americanos a repartir sus dádivas tuvieran algo especial que pedirles. Y su única idea para el patrimonio del común fue que les instalaran una fuente con un chorrito.

Ahora, aquellas fuentes ferruñosas van a ser sustituidas por otras más formales, dice la crónica de Pedro Abajo. Vale, tíos (osease, los miembros del gobierno municipal). Desde luego, de la anterior no quedó piedra sobre piedra, tras las vueltas de rigor el martillo neumático, a la manera de las murallas de Jericó. Sino hubieran sido tan agudos, a lo mejor ahora podían aprovechar algo de aquella fuente. Que además, también tenía un enjambre de chorritos que, a veces, más bien pocas, hacían combinaciones de colores en sus meadas hídricas.

Y a lo peor, cuando el alcalde Palazuelo inaugure estas tres nuevas fuentes que se empiezan a saltar el premiado proyecto, suelte un discurso como el de Pepe Isbert, alcalde del pueblo de Villar del Río: “Vecinos de Villar del Río, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación. Y esta explicación es que, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación…”.

Los americanos pasaron a toda pastilla por el centro de Villar del Río, porque aún no se habían inventado los radares (ver mi columna en leonoticias.com, titulada Me multó la Degeté). El señor alcalde se despepitó con su reiterativo discurso de bienvenida y el pueblo nunca tuvo una fuente en la Plaza mayor, con chorrito.

Lo de la explicación de Palazuelo nos la obviamos, por si acaso nos reitera que nos debe una explicación. Esperemos que los chorritos tengan un arco iris de colores de forma regular. Y los tres ríos que surcan las vegas de La Bañeza están dentro de nuestra idiosincrasia bañezana. Más que nada por aquello que dijo el poeta Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar,/ que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos,/ y llegados, son iguales los que viven por sus manos / y los ricos”.

No, no nos diga más, señor alcalde. El Duerna se muere en el Tuerto y este último en el Órbigo. Al fin y al cabo estamos en noviembre que es el mes de los muertos. Amén.

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