El viejo piano del Círculo Mercantil Bañezano sonaba como el de un ‘saloon’ de película del oeste americano. Las cuerdas interiores habían bebido cava y vino en los días de excesos, según contaban los más antiguos socios. Y el ‘la’ de la escala central estaba desafinada como un quinto en el tiro. Con estas mimbres y una veintena de entusiastas comenzaron los primeros ensayos en serio de la Coral del Milenario de San Salvador, allá por los finales de 1985, después de dejar el coro de esta parroquia, donde se puso la primera piedra, como coro religioso.
Sentados alrededor del pequeño escenario, presidido por Don Rogelio García San Román y el viejo piano, salieron a relucir las primeras notas del pentagrama del ‘Vengo de Santo Tirso’, a tres voces mixtas. ¡Jesús, qué ratos! Antes, aquel cura jubilado (“se dice emérito, so bárbaro, que los curas no se jubilan”, corregía al interlocutor) de poca chicha, campechano, rezongón, bromista, músico, ocurrente y con un corazón que no le cabía en su pequeña estatura, nos había divido por voces. Blancas, las de las mujeres y graves y menos graves, las de los hombres. ¡Jesús, qué ratos!
Pongo en el título eso de un Círculo para una Coral (o viceversa), porque si la segunda estaba naciendo (yo creo que en un parto de nalgas, por el tiempo que tardó en salir la criatura), el primero renacía de sus propias cenizas, de la mano de mi tío Agustín Carracedo y un grupo de casi jóvenes (la mayoría pertenecientes al coro), que estábamos poniendo a pasear nuestra imaginación para sacarlo adelante. La Coral del Milenario podía ser (y así fue) un revulsivo para la sociedad cultural y recreativa y el Círculo Mercantil se convirtió en sede social de los cantantes, en madre acogedora de la masa coral.
Fueron meses de estudios, ensayos y trabajos, casi diarios. El destartalado ‘la’ del viejo piano borrachín fue sustituido por un diapasón de dos varas que trajo Don Rogelio y, poco después, por un pequeño teclado, en el que para dar las notas a las distintas voces, el cura aporreaba los primeros compases de la composición.
Allí nos desasnamos aquellos primeros coralistas con el ya citado ‘Vengo de Santo Tirso’, el ‘Ya se van los pastores a la Extremadura’, ‘Si el viento se revuelve’ ‘La plaza del señor cura’, ‘Hermosa bañezanita’ y unas cuantas más que, de cuando en vez, intercalábamos con algún motete religioso, un par de misas y otros cantares, para no olvidar los primeros orígenes y, amenizar también actos solemnes de las dos parroquias de La Bañeza.
Pero sobre todo, fuimos dejando el pelo de la dehesa y el miedo escénico al público, con una serie de miniconciertos que, cada viernes (culturales), cerraban las conferencias, celebradas en el Círculo Mercantil Bañezano, con motivo de la celebración del Milenario de la Iglesia de San Salvador (de donde salió y tomó nombre la coral), en las que cada semana abarrotaban de espectadores los salones de la sociedad.
Unos miniconciertos, en los que había que repetir casi siempre una o varias de las canciones ensayadas, dado el exiguo repertorio que teníamos y sabíamos (más o menos). Y siempre rematados con el himno a La Bañeza, de los hermanos Alonso (Odón y Antonio), que nos cupo el honor de haberlo rescatado del baúl de los olvidos ya que, desde casi su estreno en los años 50 del pasado siglo, no se había vuelto a interpretar.
Esta Coral del Milenario está celebrando todo este año su primer cuarto de siglo. Muchos de aquellos llamados en la primera tanda de su fundación no fuimos escogidos para seguir en la brecha, como lo han hecho otros muchos. Amén de los nuevos coralistas que, cada cierto tiempo, van incorporándose a la masa cantante.
El pasado miércoles además, casi como colofón a las celebraciones de estos 25 años, fue presentado el XI Otoño Coral Internacional, que llenará de música casi todos los sábados de este mes de noviembre, de cara a la celebración de la Santa Patrona Santa Cecilia (22 de noviembre), con invitación de corales de Asturias, País Vasco y Portugal. A celebrar en la ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Aquella primera veintena de coralistas que, como decía Don Rogelio, no teníamos orejas para la música y el canto, es hoy una realidad que ha paseado su arte por toda España y numerosos escenarios del extranjero, haciendo patria, divirtiéndose y practicando el arte de combinar los sonidos y las voces y éstos, con el tiempo. Un primer cuarto de siglo que, según anunció el alcalde en el acto de referencia, deberá concluir en la inauguración del Teatro Municipal, escenario en el que se estrenó oficialmente, durante las fiestas patronales de 1986. Que así sea.