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Un fugaz parlamentario leonesista, y el regionalismo excluyente (I)

● Ibañeza.es ►Lunes, 3 de diciembre de 2018 a las 8:32 Comentarios desactivados


En las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931 se presenta como regionalista independiente por León, como leonesista, Francisco Molleda Garcés, “conservador bugallalista hasta hace poco” e hijo de quien había sido jefe de los conservadores de la provincia desde hacía 30 años, Antonio Molleda Melcón. Obtuvo 17.230 votos, pero este único diputado nacional leonesista de la historia no consiguió refrendar su acta, no llegó a serlo, apartado de una Cámara en la que estaba llamado a compartir escaño con los representantes de los entonces incipientes regionalismos catalán, vasco y gallego, porque la Comisión de Actas del Congreso lo incapacita para ello por incompatibilidad para el cargo, debido probablemente a que a sus múltiples empleos (vocal en la Diputación provincial y Juez municipal, entre otros) sumaba el de abogado del Estado, sin que de nada sirviera su protesta alegando las incompatibilidades de otros diputados que, al contrario, no fueron apartados. Lo sustituyó el bañezano Herminio Fernández de la Poza, candidato que, sin alcanzar los votos necesarios, se había presentado en aquellas elecciones por el Partido Republicano Radical de Lerroux. Sobre tal sustitución planeó la sombra de la supuesta masonería a la que después se acusó de pertenecer al bañezano, en un Parlamento que contó con un significativo número de diputados masones repartidos entre todas las adscripciones ideológicas.

Diputados nacionales por León en el año 1931.

En 1931, en la Revista del Clero Leonés Eugenio Merino escribirá sobre una autonomía leonesa-castellana que defienda los intereses agrícolas, y J. González lo hace “sobre los fundamentos históricos del regionalismo leonés”. Ese mismo año Bravo Guarida (que ya había protagonizado en 1919 y 1922 unas avanzadas proclamaciones leonesistas) establece el Curso de Estudios Leoneses, y desde primeros de diciembre de 1931 a principios de enero de 1932 aparece en El Diario de León el documento por entregas titulado Catecismo regionalista castellano-leonés, obra del párroco F. Gómez Campos (que rechaza el matrimonio civil y demás aspectos del Estado laico recogidos en la Constitución aprobada días antes), y cuyos postulados, opuestos por igual al nacionalismo separatista y al federalismo y tendentes a una autonomía con fuerte impronta católica y tradicional, se acercan a los del carlista tradicionalista Vázquez de Mella: integración de la unidad de Castilla-León; Santander como salida natural de Castilla al mar; la Cuenca del Duero base del territorio regional, y el proyecto estatutario salvaguarda y mantenedor de la unidad y la soberanía nacional, todo ello dentro de los marcos del “regionalismo sano”.

El autor, oculto bajo aquel seudónimo pero en realidad el clérigo Eugenio Merino Movilla, rector entonces del Seminario de Valderas y destacado referente en labores histórico-arqueológicas en la región terracampina y en el ámbito del catolicismo social y obrero, propugnaba (en una pretensión que entonces fue un fracaso) la creación de un partido regionalista que luche por alcanzar las aspiraciones diferenciadoras y que amparase esencias e instituciones propias como las del Concejo y las Cortes, además de los aspectos económicos, y señala los deberes del buen regionalista (…depurar los municipios de banderías necias y de caciques vividores; …defender los derechos y justas reivindicaciones de las clases, y más de las humildes; …practicar la solidaridad mutua entre familias, vecinos, pueblos y comarcas,…) para la consecución de un regionalismo guiado por “los mejores castellanos, los habitantes de los pueblos”, y para alcanzar el ente asociado, único y de conjunto de Castilla y León, “cuya savia y sangre han de ser la Fe y la Religión”, y del que excluye a los ateos y a los socialistas.

El 28 de diciembre de 1931 se reúne en Cacabelos una asamblea de alcaldes de la provincia para tratar sobre la formación de un Estatuto Leonés. Se nombró una comisión (formada por los de Cacabelos, Mansilla, Renuedo de Valdetuejar, Villamañán y Santa María del Páramo, y presidida por el secretario de Pola de Gordón, señor Micó) para enviar a los demás ayuntamientos la ponencia presentada allí para su estudio, y redactar un reglamento para su discusión. Se convocó una nueva asamblea para, estudiado el asunto, discutirlo con detenimiento.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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