¿Qué pasa cuando le das un lapicero a un tonto? Pues que acaba escribiendo de todo habido y por haber, lanzando piedras en todas direcciones sin reparar en que muchas de ellas van a destrozar su propio tejado. No le estoy llamando tonto a nadie en concreto y espero que nadie se dé por aludido, pero quiero empezar así esta columna porque hay algunos blogs repartidos por la blogosfera en los que sus dueños, provistos de “lápiz y papel” de forma virtual y creyéndose una especie de palabra divina critican a todo el mundo, copian de otros todo lo que se encuentran, hacen sus propias hipótesis y finalizan diciendo que lo hacen “por informar, porque son imparciales, por el bien común…” y se quedan tan panchos.
Cuando la falta de criterio se une a un deseo de ofender y de “defender” lo que los seguidores –la mayor parte de ellos imaginarios- consideran que es una obligación del informante, hace que muchas veces se incline ligeramente la balanza de forma sospechosa, sin pensar en que gracias a la saturación de los juzgados su delito puede pasarse por alto momentáneamente. El informante da por hecho que es imprescindible en las vidas de sus supuestos lectores y que sin sus crónicas el mundo entero se pararía, por lo que no repara en opinar, tergiversar o malmeter en su bitácora, a pesar de que nadie mejor que él contabiliza los comentarios y las visitas de quienes leen, vigilan, conocen, comparten… sus monsergas.
Algunos se imaginan que dirigen una especie de boletín oficial y amparados en la libertad de expresión dedican sus 8 horas de prejubilación medio forzosa a hacer un refrito de las noticias con que los rotativos intentan informar a los lectores, dando un giro a favor del gusto político del informante con el fin de que esos lectores más o menos avispados digieran la información y alaben la suerte de tener en su lista de favoritos un medio imparcial, que informa sin tapujos y expone todo aquello que nadie se atreve a contar. ¡Dios nos libre de ser lectores asiduos de espacios liderados por uno de estos tontos!
Afortunadamente, en internet hay de todo y mucho; hay mucha bazofia, pero también hay miles de páginas dignas de elogio en las que un rato es una terapia desinfectante de la rutina diaria, un buen modo de hacer vida social, informarse, entretenerse y conocer que, sin el amplio abanico de la red, no sería nada fácil disfrutar. Si quieren un consejo, elijan con criterio y no con el corazón, dejando a un lado sentimentalismos o ataduras que obliguen y ser libre por el mundo virtual.