Hoy LA CHARRA festejaba. Habíamos quedado para cenar en nuestra caseta del Jardinillo con nuestros colaboradores. En los conciertos, los muchachos de la Peña Las Malvinas acuden a ayudarnos a vender discos y camisetas además de a divertirse y nosotros queremos cenar con ellos en señal de agradecimiento.
Nuestras cenas privadas pretenden elevar el nivel gastronómico y para eso tenemos al Nano, miembro de La Charra y cocinero del grupo. Tabaliche había preparado la mesa: 15 cubiertos perfectamente montados en la gran mesa de La Charra. Los vinos de rigor y el Pan de Bajo la Boina que tiene la miga apretada.
De primero unos entremeses de jamón y cecina para abrir boca, para pasar luego a los langostinos con salsa de queso que logran la unanimidad de grupo. El sabor es suave y sofisticado. Los invitados asienten con una sonrisa y dejando los platos vacíos. En la casita de La Charra suena Triana. Para estas cenas escogemos la música y normalmente nos decantamos por grupos de nuestra juventud. Hoy suena Triana. Se escucha “El Patio” mientras comemos los langostinos que tienen un color rosado tamizado por el blando de la salsa. “…abre la puerta niña que el día va a comenzar, se marchan todos los sueños, que pena da despertar.” Hoy no tenemos un buen vino hay que recurrir a la gaseosa para suavizarlo. “Sé de un lugar, donde el río y el monte se aman, donde el niño que hace es feliz”, nos dice Jesús de la Rosa desde los altavoces del equipo de música.
El Nano ha preparado de segundo Ancas del Rana. Es plato antaño de pobres y hoy manjar de príncipes. La humeante cazuela deja escapar aromas de la tierra. Esa salsa roja con la que hacemos los guisos en León. “Todo es de color. Que bonita es la primavera cuando llega”. Nosotros disfrutamos del denso color de la salsa contenida en el pan que el viajero Mingo Muñiz amasa con amor. Las ancas de hoy han quedado suaves, como si el Nano tuviera cuidado con los ingredientes para que nuestros jóvenes invitados no las encontrarán muy picantes. “ …Y la luna me contestaba para amar hay que sufrir”. La música crea una especie de catarsis que nos eleva mientras degustamos la suavidad de las ancas. Seguramente nuestros jóvenes invitados no alcanzan a valorar lo que supuso Triana en nuestras vidas. Por cierto Lorena se licenció ayer en Historia del Arte. Ahora viene lo difícil que es poner en práctica lo aprendido. Seguro que lo conseguirá. La tartera de ancas se vacía por momentos y el Nano, en una vuelta de tuerca, nos sorprende una vez más: En la salsa que queda en la tartera, escalfa unos huevos para rematar la cena mientras suena “En el lago” … “creo recordar que por la noche, el pájaro blanco echó a volar…”. En fin, entremeses, langostinos en salsa de queso y ancas de rana aderezados con Triana y la compañía de unos jóvenes inquietos y generosos que nos contagian su juventud.
Ellos, los jóvenes, han traído pasteles de postre que regamos con algunos licores y la música de Asfalto: “Despertamos en pupitres de dos en dos, aún recuerdo el estrecho bigote de Don Ramón”. Hemos decidido solicitar una estrella michelín para la Casita de La Charra en el Jardinillo y para su chef el Nano, mientras los licores ponen punto final a una cena exquisita, envuelta en melodías que los jóvenes apenas conocen y que a nosotros nos emocionan. “Atravesé la eternidad y descubrí tras de una nube alguien, un caballo con alas llegó hasta mi…”. La letra de Rocinante pone punto y final a la cena con estos jóvenes amigos que saben apreciar el sabor de lo auténtico. A veces hacen falta pocas cosas para ser felices.
Mientras nos despedimos el bajo de Asfalto inunda la instancia: “Un nuevo y extraño ser ha nacido en la ciudad, es el hijo de un camión y una acacia”.
