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Una panorámica de La Bañeza en 1919

● IBAÑEZA.ES ►Lunes, 9 de mayo de 2016 a las 8:54 Comentarios desactivados


En 1919, en sus Apuntes para la historia del Partido bañezano, señala el autor Manuel Fernández y Fernández Núñez, abogado y profesor entonces en la Universidad Libre de El Escorial (en agosto de 1924 sería nombrado por el Directorio militar gobernador civil de Lérida), la persistencia de las inundaciones causadas por el Órbigo en los pueblos de su ribera, encharcados en el invierno por las lluvias y en el verano por los riegos. Del tortuoso río Tuerto derivan algunas acequias y molinos, y hubo sobre él y cerca de su desembocadura en el primero un batán y aceñas construidas hacia 1845.

Por lo que respecta a La Bañeza, su monte encinar pertenecía al común hasta fines del siglo XIX, y es ahora propiedad de varios particulares que en su suelo roturado alzaron hermosas quintas. En su arbolado se realizaron antaño numerosas cortas, de inmediato repuestas por la Corporación municipal, para ayudar al pago de las contribuciones extraordinarias exigidas durante la última guerra civil de la carlistada librada en aquel siglo. El arroyo Fontorio, originado en los manantiales de Villalís de la Valduerna y de excelente agua potable, pierde sus aguas en el Jamuz, cerca de Santa Elena, sin que la pretensión estudiada alguna vez por el Ayuntamiento de aprovecharla conduciéndola a la población llegara nunca a materializarse. Sembraban ya con máquina algunos labradores, y las vías pecuarias aún se mantenían útiles y activas, y así, a finales de abril de 1918 se interesaba a la alcaldía bañezana desde la Asociación General de Ganaderos del Reino el cumplimiento del Reglamento de 1893 sobre “el deslinde y amojonamiento de dichas vías desde Sacaojos a Jiménez de Jamuz”.

Existían cinco fábricas de curtidos al iniciarse el siglo XX, y con ellas y otras tantas de tinte, una de teja y ladrillo, una alfarería, un batán y varios molinos de trigo y linaza sobre la acequia del Tuerto cimentó el lugar las bases de su comercio, prosperidad y riqueza. A ellas contribuía el paso en los meses de verano de los gallegos segadores de camino y de vuelta a las faenas agrícolas por los pueblos de Castilla, que se proveían aquí de lo necesario para su viaje y de lo preciso en sus hogares en los meses del invierno, y para los que ya desde 1898 la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España había dispuesto desde febrero a septiembre un billete de tercera clase reducido para grupos de cinco jornaleros por lo menos que se despachaba en las estaciones de Galicia y Asturias para las de Castilla la Nueva y la Vieja.

Actualmente abren al público 18 establecimientos comerciales, entre los que once venden telas, cinco productos ferreteros e industriales, y tres mercaderías coloniales. Hay además de las industrias señaladas, fábricas de cera y de harinas, serrerías de madera e innumerables talleres de construcciones mecánicas, almacenes de abonos químicos, imprentas, tahonas, casas de muebles, manufacturas de chocolate, cuatro confiterías, y otras realizaciones de parecidas utilidad e importancia, de las cuales y del peso mercantil de La Bañeza ilustran los datos de la correspondencia telegráfica y postal y los libros de tráfico de su estación férrea (la tercera o cuarta en importancia de la línea Astorga-Plasencia que explota la Compañía de Ferrocarriles del Oeste, declarada de Primera clase en 1926), que acusan más de 20.000 llegadas y 18.000 salidas (sin contar las que arriban o se expiden por la estación de Veguellina de Órbigo, hasta la cual y desde La Bañeza había solicitado un par de años antes un vecino de Vivero, en Lugo, autorización para establecer un servicio de transporte de viajeros y mercancías), y de su ingente movimiento da cuenta la ampliación habida en sus muelles de carga, incapaces ya de contenerlo, todos ocupados por carros, cargados unos de toneles de resina de los pinares de Nogarejas, de remolacha otros, algunos de cacharros de Jiménez, o esperando turno muchos para cargarlos de abono mineral, y la existencia en la ciudad de al menos dos fondas (Hotel Aurora y Hotel Comercio) con servicio regular de carruajes que acercan y trasladan a sus huéspedes a aquella desde sus instalaciones de hospedaje.

Además de las ocupaciones que todo ello genera hay otras ejercidas por los numerosos bañezanos titulados: 14 abogados, 5 procuradores de los tribunales, 4 farmacéuticos, varios militares, 6 licenciados en medicina y gran número en diversas carreras literarias y científicas, y un crecido contingente de estudiantes. La positiva cultura y la ilustración de la ciudad alumbran frecuentes actividades artísticas y veladas literarias y la proliferación de numerosa prensa local, en la que vienen publicando una nutrida nómina de activos intelectuales comprometidos con las inquietudes de su tiempo, algunos de los cuales colaboran también en rotativos y publicaciones de alcance nacional. Además de los muchos que firmaban o habían firmado sus artículos aquellos años en los semanarios bañezanos La Crónica, el inicial El Adelanto, El Bañezano, El Jaleo (mensual), El Pueblo (bisemanal), La Voz Bañezana, o Brisas, estos son los nombres de varios de los otros: Rogelio Álvarez, Vicente Fernández Alonso (colaborador también en Madrid Cómico, Blanco y Negro, y en algunos otros periódicos de la Corte), Menas Alonso Fresno y su hijo Menas Alonso Llamas (colaborador de El País), los hermanos Alonso Marcos (José, Ramón y Felipe), los hermanos Fernández y Fernández Núñez (el propio Manuel, José, Alberto, Enrique y Ernesto), Toribio de Lera Ramírez, Evaristo Serrano Rosales, Juan Santos Romero, Francisco Alonso, Félix Cardillo Puerta, Baltasar Otero Blanco, Francisco Freire, Baltasar García Arista, Francisco Baeza Romero, Alberto Fernández de la Poza y muchos más. Era alcalde en 1919 el médico Martiniano Pérez Arias (desde 1918), y lo fue hasta el 10 de diciembre en que lo sustituyó el militar retirado Ildefonso Abastas Prieto merced a la favorable resolución entonces del recurso que sobre la incapacidad de aquél para ejercer los cargos de alcalde y de concejal habían interpuesto cinco regidores el 25 de abril del mismo año.

El Hospital de la Vera Cruz (refundidos en 1583 en éste los de Santa Catalina y de los Clérigos de la Piedad y agregado en 1631 el del Carmen que fundara Juan de Mansilla) es entonces el único establecimiento benéfico en activo, después de que, ruinoso en 1897, se demoliera y reedificara el pabellón del mediodía gracias en parte a la donación hecha para ello a la Corporación por la regente María Cristina, que permitió levantar dos salones para enfermos, locales para escuelas y habitaciones residencia de las Hermanas de la Caridad que lo ocuparon algunos años. Una nueva galería y pabellón acababa de ser edificada gracias al legado establecido en 1900 por Gabriel Fernández Cadórniga a su fallecimiento. En 1926 se pretendía que volvieran las monjas a su sede, y se recordaba que lo habían regido años atrás siete Siervas de María, sostenidas dos por los fondos del Hospital, otras dos a cargo de suscripciones de familias que gozaban de su asistencia domiciliaria cuando la precisaban, dos más a cuenta de la enseñanza de pago que impartían, y la última mantenida por el obispado.

Toda la ciudad produce entonces una impresión inmejorable por sus anchas y empedradas calles, por su intenso y brillante alumbrado público, y por la relativa modernidad de sus construcciones, y en la Casa Consistorial se hallan entonces instalados los servicios de Teléfonos y Telégrafos, la Administración de Consumos, y la Oficina del Cuerpo de Seguridad, institución militar armada y uniformada cuya misión era mantener la tranquilidad pública y la observancia de las leyes en el interior de las poblaciones, procedente aún de la creación en 1877 de la Policía Gubernativa y Judicial por Francisco Romero Robledo, entonces ministro de la Gobernación, y diputado por el distrito electoral bañezano en tantas ocasiones. Existían fuerzas de Seguridad en La Bañeza al menos desde mayo de 1915, cuando “el día 15 el Jefe comandante del puesto y los guardias a sus órdenes detenían a seis puntos filipinos expendedores de moneda falsa” (en los primeros días de febrero de 1916 dispone el gobernador civil que aquéllas fuerzas y las de Astorga y Villafranca se incorporen a León). En 1923 cuenta La Bañeza con uno de los cuatro centros telefónicos explotados por el Estado en la provincia, que da servicio a 99 abonados (142 existen en Astorga, y 93 en Ponferrada).

Ya en enero de 1906 el gobernador civil de León, Antonio Cembrano, había emitido una circular instando a los alcaldes y a los comandantes de los puestos de la Guardia Civil a que por todos los medios a su alcance impidan que se juegue a “los prohibidos”, lo mismo en épocas normales que en días de feria, y en La Bañeza el jefe del Destacamento de Seguridad y la Benemérita recibían a finales de enero de 1919 órdenes del Gobierno Civil de evitar tales juegos, imponiéndose en septiembre desde el mismo multa de 500 pesetas a Maximino Ruiz García, representante del Café de la viuda de Modesto Ruiz García, por la práctica de ellos en su establecimiento, y se le ocupan las barajas. A mitad de julio de aquel año se trasladaba a los integrantes de la primera de aquella fuerza pública por mandato del Director General de Orden Público, lo que motivó que desde la alcaldía bañezana se solicitara su regreso.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

Mapa de la provincia de León en 1870, dedicado al Ilmo. Sr. D. Gabriel Fernández de Cadórniga.

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