Crítica literaria por José Cruz Cabo
Lala Isla es una escritora nacida en Astorga que hace años que vive en Londres y ha escrito ya dos libros. Del primero se puso una crónica en El Adelanto hace tres o cuatro años. Ahora ha caído en mis manos, dejado por una amiga, el segundo libro escrito por Lala Isla, titulado “Londres, pastel sin receta”. Y de subtítulo “La vida londinense vista por una española”. Aunque la mayor parte del libro, muy jugoso, dinámico, escrito con mucha soltura, es sobre la vida en Londres, desde que ella se marchó para allá en el año 1977, pero de vez en cuando hace visitas a Astorga, La Bañeza o Barcelona, las tres ciudades donde vivió antes de marchar a Londres y habla de ellas, comparándolas con la vida y costumbres de los ingleses, de los que dice que son muy independientes y poco amigos de contar sus cosas, además de independizarse pronto de la familia.
Pero a mí, como bañezano me ha llamado la atención unas frases que trae en las primeras paginas, sobre Astorga, La Bañeza y Barcelona, comparándolas con tres mujeres de personalidades muy diferentes. “Astorga sería la señorita de provincias reprimida. La Bañeza es todo lo contrario, una mujer expansiva que proclama a los cuatro vientos una vulgaridad saludable y generosa y esa energía que da el ganar dinero a raudales por méritos propios. Barcelona sería la mujer sofisticada. Según la leyenda, el nombre de La Bañeza, ciudad que pide a gritos un Fellini, tiene su origen en la orden “Lava, necia”, que Juana la Loca, indignada, profirió a una lavandera que miraba demasiado a Felipe El Hermoso”. No deja de tener mucha imaginación, porque el nombre de nuestra ciudad ya estaba puesto muchos años antes de Juana, en los documentos.
Pero La Bañeza sale otra vez, a mediados del libro, debido a que su tío César le encargó la tarea de buscar unas plumillas que ya no se conseguían en España y salen a relucir todos los que trabajaban en la ferretería de su abuelo, Benigno Isla, la ya desaparecida “Ferretería Isla” de la calle Astorga, hoy Banco Popular. ”En aquel mostrador todo se vendía a peso, no en modernos paquetitos ridículos. Los dependientes más antiguos eran Alfonso y Heliodoro. Este acompañaba a mi padre Alfredo Isla, al internado de los escolapios de Madrid”.
“Mi padre cuenta que Don Benigno fue el primero que estableció el precio fijo en La Bañeza porque hasta entonces todo se regateaba. La frase de todos los compradores era: ten cuidado no me robes en el peso. El Sábado, el día de mercado, era el más concurrido en la ferretería. El mercado de La Bañeza estaba abarrotado y fue al parecer el segundo en importancia después del de Medina del Campo. Mi abuelo era gallego, y al parecer, la ferretería fue en un tiempo una especie de consulado de Galicia y Portugal en León”. Después habla del barquillero y de su bombo y dice que cuando giraba se podía leer: “Viva la sal/viva el salero/viva la novia/del barquillero”. En este libro se compara muchas veces la vida de Londres con la de España, que en esos años empezaba a ser más libre y comenzaba a abrirse al mundo. En él no salen muy bien parados ni los ingleses ni la primera ministra Tachert. Sí otras razas, porque es una obra en la que se refleja, con mucha naturalidad y profundidad, la forma de ser no solo de los ingleses, sino de muchos emigrantes de todas las naciones y etnias. La verdad es que a mí este libro me gustó muchísimo y está muy bien escrito, por lo que se lee con agrado, simpatía y hasta deleite. Son muy interesantes las observaciones que hace sobre la forma de ser de varias nacionalidades, aunque profundizando en los ingleses.
Felicitamos a Lala Isla por este libro, como ya lo hicimos con el primero, y esperamos poder leerle muchos más, porque está demostrando que es una gran escritora y una observadora de primera fila.
